viernes, 4 de marzo de 2011

En qué flor te posaste, mariposa




Te hacías llamar India. Nunca supe tu origen, ni de donde venía el canto de tus colores, el rojo sincero de tu encendido apellido. Pero sé de tus gustos, de tu brillo, de tus sueños, de tus pasos descalzos por el campo, de tu obsesión por los atardeceres. ¡La tarde y el mar se parecen tanto! Y esa manía tuya de oler las flores silvestres, de contemplar las manos rudas de los labradores.

Durante el tiempo que estuve contigo nunca te vi la cara. Para percibir de tu semblante la luminosidad sobre mis sombras de arena no me hizo falta. La sencillez de tus haikus fecundaba la tierra gredosa del labriego que llevo a rastras, del hortelano sin tierra, sin agua, inmortalidad degollada, mi enlutada esperanza.

Y en las faldas de tu sencillez los gorriones hacían mis nidos, y los patos se quedaban dormidos. En tus manos amigas una paloma herida curó sus miedos, halló cobijo.

Recuerdo aquel día en que yo me quejaba del tiritar de mis huesos, de la piara de mis fantasmas bajo el hielo. Me dijiste: ¡Ojalá aprendiéramos del rosal a no pasar fríos, a soportar escarchas!

Y aquel otro en que vi a la luna llena entrar en tu alcoba, y sentí celos. Sentía celos del árbol, del mar, de los naranjales, del viejo vagabundo, de los niños, del domingo, de los grillos, del sauce y del arroyo, las montañas, las golondrinas, las estrellas, hasta de las piedras sentía envidia. Quien contigo se cruzaba se sentía atrapado en el alero de tus ojos de miel nativos, como la abeja en la flor del ibiscus. Y tu amor por la luna no tenía hartura. ¿Te acuerdas cuando aquella noche viste a la luna atrapada entre los espinos, y te lanzaste como una loca a desatarle los atijos de su manto enredado?

India de los valles, de los montes, de los ríos, hace tiempo que no me llegan de tus haikus el sustento, el aliento y su brisa, la calma a la duda de mis tormentos sin cura. Y siento como enajulada tu alma, estrangulado mi cuerpo. No sé donde paras, crisálida.

Si te llegara mi llanto de hoy por tu ausencia infinita, dime ¿adónde están aquellos tus brazos de azahares que me acunaron con tu sostén, abono y vida? Dime, India del Valle, mariposa, ¿en qué flor te posaste, dónde las alas de tus sueños se recrean ahora?
"Oh luna mía!
no dejes de alumbrarme
las noches tristes"

3 comentarios:

  1. bellisimo poema nos regalas, esta asturiana te da infinitas gracias por hacernos participes de su belleza, un besin muy grande.

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  2. Hablas de India de los cuentos.net, de ella?, por la flor que pusiste e hilando algunos detalles de acá y de allá supe que se podría tratar de ella?, en todo caso, Dios mío que bello está esto, con qué familiaridad nos acercas a esos sentimientos que proyectas hacia la floresta, hacia los sentimientos más arraigados de tu alma.

    Tu pluma siempre la llevaré en el alma por ser una autentica muestra de buena literatura.

    Un abrazo fecundo

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