viernes, 12 de agosto de 2011

Poema, puño y fuerza



El poeta es un ser amargado, resentido, desengañado por la derrota ante la plenitud del día. Antes de que amanezca, ya las luces del alba pintan de negro de sus cejas el alma. El poeta se refugia en el vino de sus letras, bálsamo sucedáneo de la eternidad caduca.

O tal vez no. Y el poeta sea un ser pletórico, henchido de naturaleza, o un buen macho bien cubierto de amores.

El primero, el pesimista, escribirá cosas bonitas, en tierno, optimista. En cambio el otro, el entusiasta, el colmado hasta los cojones de gloria, hablará pestes del amor, de los árboles, de las gallinas, del otro. Dime de qué presumes y te diré de qué careces.

Sé que estos pensamientos quizá no tengan nada que ver con la palabra como puño y fuerza, según se desprende del poema de El perdedor de Bukowski, pero son los que me vinieron tras su pugilística lectura:
Y el siguiente recuerdo es que estoy sobre una mesa,
todos se han marchado: el más valiente
bajo los focos, amenazante, tumbándome a golpes....
y después un tipo asqueroso de pie, fumado un puro:

- Chico, tu no sabes pelear- me dijo.
y yo me levanté y le lancé de un golpe por encima
de una silla.

Fue como una escena de película y
allí quedó sobre su enorme trasero diciendo
sin cesar - Dios mío, Dios mío, pero ¿qué es lo que
te ocurre? - Y yo me levanté y me vestí,
las manos aún vendadas, y al llegar a casa
me arranqué las vendas de las manos y
escribí mi primer poema,
y no he dejado de pelear
desde entonces.

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