jueves, 15 de noviembre de 2007

Mándame una señal


Anselmo es tímido y egoísta. Piensa más en su propia y lejana muerte que en la de su amigo que tiene los pies casi en el otro mundo. Si Anselmo fuese un hombre osado le haría esta encomienda a su amigo el moribundo.

Este sería su recado interesado:

“Cuando estés al otro lado del río Aqueronte hazme llegar tu dirección o al menos enviáme una señal.”

El título de la película de Eliseo Subiela “No te mueras sin decirme a donde vas” resume a las claras este encargo abortado, no dicho, pero sí muy deseado por Anselmo.

Si Anselmo no viera hoy a su amigo con esa expresión tan extraña, su mirada ausente, mística, clavada ya en la nada, le preguntaría sin tapujos, que una vez instalado en la otra orilla, le envie una misiva diciéndole si es verdad eso que dicen que la muerte es el derrumbamiento de la casa del recuerdo, la trastienda del olvido; le preguntaría si sobre las ruinas de su cuerpo icinerado es posible construir algo vivo.

Si Anselmo tuviese el valor de mirar directamente a los ojos de la muerte que ya oye revolotear por la cavidad de los huesos de su amigo, le diría:

“Mañana cuando estés en la casa de los muertos, pásate como siempre por el bar de la esquina, nos tomamos un café, olemos su aroma, y me cuentas si la muerte te ha vestido del revés, si se acabaron tus reumas, si te deslumbraste al cruzar la laguna de Estigia.”

Si Anselmo fuese un hombre atrevido y no tuviese ese sagrado respeto a los ojos endiabladamente fijos de su amigo que agoniza, se descararía sin vacilar con su amigo el moribundo:

"Dime mañana después de tu entierro, si es cierto que la muerte alimenta la vida, si la colma de sentido y le pinta de almibar su cara. Dime si hice bien en sembrar tus cenizas en el huerto para que el sol siga vistiendo de amarillo la flor de la calabaza y pinte de azules la sonrisa de tus nietos. Amigo, tienes los minutos contados, te vas a morir sin remedio, dime mañana después de muerto si se acabaron para siempre los amaneceres y los almuerzos con tus deudos, dime, amigo, si mereció la pena haber vivido."

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