Cuantas veces oyó decir:
Siempre nos quedará París,
entendió que ya todo estaba perdido.
Y no sé si ganaba en experiencia, lo mismo que en conocimiento. Lo cierto es que, conforme se hacía mayor, distinguía menos la verdad de la mentira. Y eso era precisamente lo que la mantenía esperanzadamente triste, y tan bella al mismo tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario