sábado, 1 de junio de 2013

Prolepsis



La memoria es el alpiste de la retrospectiva. De la misma manera que el alpinista necesita su cuerda para alcanzar la cumbre, el recuerdo vale para rematar con su caída una historia de segunda mano. El historiador es como un mal contador de chistes, hilvana unos con otros, y no se cansa hasta agotar por aburrimiento a la concurrencia.

A todo el que ande flojo de memoria, le resultará penoso ser cuentero, hagiógrafo, novelista o relator de cualquier acontecimiento. Según Plutarco el que recuerda vuelve a ser libre. Será por eso que yo me veo prisionero en el olvido. ¡Falso, completamente falso! Que nunca me sentí más fresco, original y aventurero, que cuando no me acuerdo de nada; y estreno todo lo que miro, aunque miles de veces mis ojos antes ya lo vieran. Y si no decidme, ¿cómo iba yo a estar unido (ya tantas primaveras) a los nidos de los gorriones de mi huerto?

Y de nuevo vuelve a contrariarme doña Etimología. Recuerdo -me dice-, viene de re-cor: regresar al corazón. De acuerdo. Regresar a un pasado que sin duda, por pretérito, siempre fue peor, al irse, y dejarnos sin su déjà vu eterno.

También los olvidadizos podemos emplearnos en el oficio de la literatura, aunque para ello tengamos que acudir a la hilaridad de nuestros sueños (la irrealidad textualizada). Los pájaros de nuestra imaginación pueden que sean avecillas de corto vuelo, pero sus huevos son de tal flexibilidad y consistencia que aguantan al menos varias legislaturas de ventoleras y enmiendas, las permitidas por su endeble constitución plumífera.

El sujeto carente de retentiva, al no tener actualizado el patrón de sus vivencias viejas, no es herido por la nostalgia del ¡O témpora o mores! de los clásicos. Y así libre de las hipotecas de sus experiencias intestinales puede el escritor adelantarse con sus relatos, y plantarse de un salto en el futuro, puenteando el infeliz presente de un ahora siempre agónico. La literatura puede convertirse en la partera del futuro, un futuro siempre nuevo sin referencias repetidas y obsoletas.

Si la literatura, como la historia,  fuese el recordatorio del tiempo pasado, sería mera estampa o fotocopia. ¡Pues no! Que la literatura es sobre todo prolepsis, anticipación y proyecto.

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