martes, 3 de diciembre de 2013

Antimanifiesto




Tanta fe se tiene en la escritura, en la escritura real, que la fe acaba por desaparecer.

La inconformidad es la actitud del escritor como responsabilidad y oficio. Pero no es cuestión ejercer como abogado del diablo, siempre escribiendo, discordando y  provocando. La autodefensa es la norma; lo contrario sería caer en el paternalismo. Paladines y padrinos lo que consiguen es congelar el crecimiento. La Torá en literatura es un sacrilegio. Tampoco vale el sálvase quien pueda en un país de insolidaridades y autismos y de excelencias tan naturales como mediocres, y de capitalismos sin alma ni concierto. Somos un camino a medio hacer, un mal proyecto, dioses con pies de barro, estrellas de celofán colgadas de un pino artificial y corazón de amianto. Plumas que vuelan al pairo. Y hablando de plumas: ¡Sí! Creo en la virtud de los pájaros. Y basta una pluma para hacerme morir de risa. (Manifiesto. André Breton)

Escribir es dar la mano al lector para que pueda escapar de la realidad que lo atonta. Los hechos ya hablan por ellos mismos. Si escribimos para aprobar lo que pasa, no inventamos nada nuevo. ¡Discrepemos de la realidad para embelesarla y mejorarla! Pero tampoco se trata de escribir desde la conciencia impoluta, engreída y mojigata del santurrón de turno. Como tampoco procede que nuestras letras sean la conciencia del resto, infieles y demás chusma analfabeta. Escribir es lo mismo que hacer punto de cruz en una tarde de truenos, jugar a la petanca bajo la sombra de la memoria, o hablar sin ton ni son, sin canon ni moralidades. Escribir no es ninguna vocación, ni misión episcopal, ni delegada. Dar palos al agua. El escritor escribe como quien juega al mus en una tarde avinagrada, y encima pierde la revancha.

El Hada Azul de la inspiración, (otro cuento más de la Disney), le asignó al escritor, cual si fuese otro Pepito Grillo, el deber de librar a los humanos de las asechanzas del mundo. Y los lectores, si es que queremos, como Pinocho, dejar de ser unos tarugos y convertirnos en lo que de verdad somos, tendremos que desoír las consejas sabihondas y pleonásmicas de los letrados mesiánicos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario