viernes, 19 de junio de 2015

Escribir








Le dije:
¿Qué es escribir para ti?
Y esto es lo que el escritor me contestó:

Escribir es aunar sueño y vida. Al plasmar, juntar y confundir en un papel recuerdo y realidad, consigo cuadrar el tiempo: el ayer y el hoy convertidos en mañana, el milagro de la “transubstanciación” de los días. Escribir es dar con la llave del tiempo. Leo mis anotaciones antiguas y revivo épocas pasadas. Un ejercicio de regresión. Me siento un demiurgo al poder jugar con el tiempo. Puedo incluso llegar a decir: ayer cuando estaba muerto. Detengo el tiempo. ¡Ay, iluso de mi! eso es lo que yo quisiera: revivir con la escritura eternamente el presente.
Escribir es otra forma de espiritualidad: contemplativa oración de visión y presencia. Para que mis rezos se conviertan en lo que siento y veo: ¡que la escritura me devuelva la vida que el destino desbarata y me arrebata!
Escribir es salir de mi, encontrarme contigo, cubrir mi rostro con caretas ajenas, llorar tus alegrías, reír tus penas, envidiarte, volverme loco hasta alcanzar la cordura, ser una rosa, un cordero, ser zorro y a la vez gallina. Y perdona mi pedantería y confidencialidad osada: yo soy el muchachito de los rizos de oro de Saint-Exupéry, soy el contador de estrellas, el farolero, el guardagujas.., el doctor Jekyll y el señor HydeYo soy el otro que dijera Rimbaud.
La soledad no existe fuera de nosotros. Yo soy mi soledad. Ando acompañado siempre de este vacío. Escribir es una manera de encontrarme a mi mismo, alimentar la soledad, mi gato de compañía. Dice B. Casares que en la soledad es imposible estar muerto. Escribir es una manera de estar conmigo mismo. Como aquel, que cansado de estar solo, no cesaba de mirarse en el espejo. Yo, aún más narcisista, escribo. Escribo y escribo tal vez porque mis palabras nunca me conceden lo que ellas dicen darme.
Escribir es despelotarse. Impudor sin traba de letras que me delatan. Como un estornudo que se me escapa huyendo de una alergia desconocida. Peor sería guardar la basura bajo la alfombra y sacarle brillo a mi doble moral polvorienta.
Escribir es como vivir dos veces. Trascender la vida. Escribo y tomo conciencia, me acerco un poco más a las puertas del conocimiento. Escribir, esa manía loca de plasmar, de reinventar mi yo en palabras.
Puede que mi escribir no sea un arte, pero me hace bien. Escribo para curar las acedías del alma. Escribo para proyectarme, para vivir, para sentir, volar, soñar, respirar, escribo para perpetuarme. Escribo para combatir el sin sentido de la vida, transformar, esculpir la dura realidad que me desgasta, en la bella imagen, digna de ser por todos contemplada y vivida. No entiendo la lectura y la escritura sino como un acto de autenticidad y honradez conmigo mismo.
Con mi escritura le agradezco a la vida el favor que me hace a cada instante. Pues como decía Paul Austen, escribir es un acto de supervivencia.
Si la vida es un regalo, el escribir es abrirlo y ver lo que en su interior me aguarda. También es un paquete de penas que al destaparlo, saboreo de nuevo el recuerdo dulce de mis lágrimas pasadas.
Y ese doloroso y anticipado sentimiento de morir para siempre, es lo que me lleva sobre todas las cosas a escribir abandonándome a la vida.

1 comentario:

  1. Magnífica reflexión sobre la escritura. Es todo lo que dices y, posiblemente, más, toda esa sensación inefable que nos lleva a escribir como posesos y que solo los que escriben entienden.
    Un abrazo y sigue escribiendo.

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