sábado, 13 de febrero de 2016

Lluvia por san Valentín





En el suelo, a la derecha, un gato se había acurrucado bajo uno de los bancos verdes.
(Ernest Hemingway. Un gato bajo la lluvia)


Cuando soy tierra, me acuerdo del agua. Cuando vuelo, añoro el suelo, y nada más ponerme a soñar, me despierto.

Y miro al cielo: un páramo de tierra entre nubes. Veo en las nubes sagrado icono aquí en la tierra. Metáforas. Las hay que son caballos, dragones, palmeras, conejos, sirenas. Hoy en una de esas constelaciones he visto a mi mujer, una nube blanca, muy blanca, saltando a la comba con su vestido de áloe.

Y tan obsesionado estoy con la lluvia, que no sé si soy yo o es ella la que dice:
Tan ido de amor voy lleno, que no distingo luces de sombras. ¿Tus besos o tus dedos, o más bien, son los míos? Agua, tierra, hierro y fuego, todo es una misma cosa. ¡Ay cómo pediría, amor, que me prestaras tu corazón de lluvia, tus transparentes ojos, aunque fuera tan sólo un instante, para poder amarte a manta como tú me amas a portillo abierto!
Esta mañana sueño que me siento lluvia. Por eso me tiendo descalzo, en cueros, sobre el bancal, como el agua, quisiera empapar con mi cuerpo la sequedad de la tierra.

El tedio, el despecho, el dolor de la indiferencia, la no correspondencia... se extiende del corazón herido y se corre como la sisca y la grama contaminando de sequedad el aire, el camino de los cipreses, la casa, los rosales... Cuando uno está mal, peor está la tierra entera.

Miro mis manos y cada vez las veo más asarmentadas, dos rastrojos de raíces acartonadas, como si quisieran volver sedientas a la tierra húmeda.

Me siento junto al gato de Hemingway, en el banco verde. Sueño que llueve. La tierra acoge agradecida el agua. La lluvia limpia el pulgón de los naranjos. Entre el barro y la hierba, las gallinas contentas picotean lombrices y caracoles. Y en algún sitio, un gato color gamuza, con vetas de oro sobre el edredón de su alma se resguarda de la lluvia, bajo un banco de madera verde frente a la playa.  

Mañana, día de san Valentín, quisiera que lloviera dulce y feraz como ahora sueño que cae el agua suave y fina. Que oliera la tierra entera a leña mojada, y que todo el mundo se viera a si mismo limpio y purificado en las hojas esmaltadas del limonero. Oír el canto de las canaleras. Y que un gato retozara cariñoso su aterciopelado lomo sobre los pies inseguros y fríos de quienes no tienen junto a sí unas manos ajenas que le den masajes en la espalda.

El gato acurrucado, pegado a mis rodillas, quieto, mira en actitud contemplativa la lluvia que no llega. Y su mirada, como la mía, sueña que el agua cae plácidamente sobre un bancal seco y desierto con ojos de melancolía.

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