domingo, 16 de abril de 2017

O felix culpa





O felix culpa

(del Pregón de la Vigilia Pascual.
Liturgia romana)



Aquella niña fue mala para sentirse culpable de lo que jamás había hecho. Por supuesto esta inocente criatura no había tenido tiempo de leer a George Berkeley. El concepto que de ella misma tenía no se correspondía ni con su belleza, tampoco con su bondad. En aras de la verdad, tengo que decir que esta niña era tremendamente hermosa. Ella se veía a sí misma mala porque, desde pequeña, sus padres le inocularon en el cerebro y en su alma dicho sentimiento malévolo. Jamás se sintió por los demás querida.

Aquella niña fue mala simplemente para sentirse culpable, para purgar algo de lo que se le acusaba indebidamente. Fue mala porque creyó que así podría saldar su maldad con sus diabluras. Y así viéndose condenada de por vida, (eso creía ella), su remordimiento tal vez la redimiría. Luego el tiempo y también los seguidores de Freud comprobarían que la cosa no resultó ser como ella pensaba. No es bueno vivir siempre con la culpa. Ya lo dijo Séneca: una persona que se siente culpable se convierte en su propio verdugo. La niña se hizo mayor, una mala hembra, una pécora de muy señor mío. Acabó en la cárcel de mujeres de Alcalá de Henares.

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