miércoles, 24 de mayo de 2017

Al sol que más calienta



Arrímese más pa' ca
aquí donde el sol calienta,
si uste' ya está acostumbrado
a andar dando volteretas
y ningún daño le hará
estar donde las papas queman.
(Víctor Jara)

No hablar de política, estos días de primarias cumplidas y cacareadas, sería traición. Traición a nada ni a nadie. Traición a mí mismo. Excusatio non petita, accusatio manifesta. Que uno no tiene la sangre de horchata. Y la Internacional aún le sabe a victoria, victoria proletaria. Perdón por el subidón. No soy pedrista, como tampoco susanista, felipista, soy socialista a secas, que va más allá de ser seguidor de cualquier partido que a sí mismo así se haga llamar. En el renacimiento de Pedro como nuevo secretario del PSOE, yo sólo veo y siento la dicha de todos aquellos que siempre se opusieron al apaño de las cosas desde los bastidores y las bambalinas de los poderes fácticos.

Leo boquiabierto las declaraciones de los políticos. Envidio su desenvoltura dialéctica. Escurridizos en aguas tranquilas. Calmos y comedidos, tan cautos como sigilosas serpientes en momentos turbulentos. Nadar y guardar la ropa, habilidosos, corchos que flotan en cualquier océano que se tercie. Puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. (Apocalipsis). Traer aquí este argumento autoritate, no me honra. Dios no anda entre cacerolas. ¿O sí?

Harto estoy yo también como Yavé de los trileros de la cosa pública, de los ni chicha ni limoná. Muestran modestia cuando auparse quieren: Lo de menos es quien lidere la formación a la que pertenezco. Y son arrebatadamente engreídos a la hora de confundirse con la plebe: Siempre estaré a lo que la militancia disponga. Y si no a las verdes..., ¡siempre a las maduras! En política arriesgar no es la norma. Si me apuras: tirar la piedra y esconder la mano.

Debemos cerrar filas en torno a nuestro nuevo secretario general. -repiten arengando. De nuevo a la carga con la jerga cuartelaria. Obedecer, lo más seguro, lo menos racional y constructivo, lo más fofo y ácritico. Lo más cómodo. Por imperativo, abstención. Triquiñuelas parlamentarias, jurídicas, de mear y no echar gota. Obediencia debida, eximición de culpa, expediente limpio... que no quiere, por si un caso, el político cerrarse puerta alguna. Esa posibilidad subconsciente de formar parte de la próxima quiniela.

Si yo fuese un filosofo del lenguaje, en estos tiempos de verbo ambiguo y sibelino, me pondría a investigar las razones de la manipulación del habla, de su vaciado por parte de los políticos. Esa su habilidad de saber decir lo mismo y lo contrario sin cambiar nada su formato tanto gramatical como sintáctico y perifrástico. Encandilar sin escandalizar, convirtiéndonos a la audiencia en todo un erial de zampabollos ilustrados, comemierdas de papilas gustativas acaponados.

Arriesgar no es lo suyo. Fiel siempre a la definición más conservadora de la política como arte de lo posible. Nunca más como ahora la política fue una carrera, carrera al sol que más calienta.

Y así noto yo en estos idus preveraniegos entre la noble tropa baronesa un disimulado corrimiento a otras aguas más calientes, en busca de caladeros más favorables. Y es que el sacramento de la política imprime carácter, es para siempre, indeleble. De no ser así, no estarían como están aquellas momias de ayer como faraones siempre en primera fila.

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