miércoles, 9 de mayo de 2018

Dasein categórico cuestionado



Aquel que se perdió en la isla, (sin saber que él mismo era la isla), anda de aquí para allá por trincheras de arena de un mar de eras revueltas de paja y mierda. Hastiado de su extravío, le dice a su sombra desbaratada contra el cristal del agua yerma:
Si en lugar de nacer invierno hubieses nacido primavera bajo un nogal de Castilla… Si en lugar de casarte con la hija del hornero lo hubieses hecho con su pan y con su fuego… Si en lugar de licenciarte en Teoría de la Razón Pura te hubieses doctorado en Nada… Si tal vez hubieses sido aquel jilguero en equilibrio sobre el filo de un horizonte en calma…
Quien hoy vagabundea por una playa desierta, lleno de incertidumbres y estornudos se consuela diciendo que todos llevamos el paso equivocado, que la mujer que tenemos, debió ser la de otro. Y la suya, la de un tercero, aquel que se fue por tabaco y hoy al cabo de veinte años todavía no ha vuelto. Nadie está contento con su suerte.

La vida de este hombre hoy es una cuenta sin saldo, ese espacio, ese tiempo, esa otra geografía aún no conquistada. Y aun así, en caso de que hubiese alcanzado la cima de esa montaña mágica jamás coronada, también se quejaría de su vida, esa piraña que se desgarra a sí misma entre el ser y el tiempo trastocados.
Prefiero ser un fracasado, –se miente a sí mismo-, y no un borrego dichoso de prado en prado de hierba atiborrado. Pude ser Aquiles, pero me tocó ser un vencido por la furia del hijo de Peleo. Formo parte de una estirpe estancada, geoda sin cristalizar, ese huevo metódico de contradicciones cocido, esclafado en mi dubitativa frente perlada y calva.
El hombre, ese vagón de mercancía que perdió un día el tren de su destino. Todo está determinado. Y si no lo está, también. El azar, ese feto, ese tipo heideggeriano. Ya nada es posible después de haber sido engendrado. El Ser, siendo nuestro propio ser, no sido. Mejor olvidar lo que pudimos ser y no somos. Ese dasein filosófico, proyecto y puerta del ser a otra posibilidad, es imposible. Lleva pasando este hombre por la isla de la Gran Vía la tira de años. Y siempre ve al mismo pobre de rodillas con su cartel de su nombre al cuello pidiendo limosna a los rentistas que salen de la Agencia Tributaria. Es nuestro deber, y no el de Dios, liberarnos de las ilusiones y evitar los errores. (Descartes).

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